DE LO MÍSTICO

DE LO MÍSTICO

El misticismo implica un apasionado deseo de trascender el mundo de los sentidos, de conseguir un estado no ordinario de conciencia; según Evelyn Underhill, el misticismo no es más que el arte de la unión con la realidad, dicha unión no representa una operación extraña e inimaginable; sino, por el contrario, todo lo que hace el ser humano, de manera imperfecta y vaga, con intensidad y firmeza, en cada momento de su vida consciente. (Underhill, 1915)
La distinción entre lo que es místico y lo que no, no se reduce a la divergencia entre un racionalizador y un soñador, entre el intelecto y la intuición; la distinción tiene que ver con “eso” a lo que nos estamos uniendo continuamente, la realidad.

Lo complicado, es definir la realidad; las operaciones de la conciencia de un ser humano promedio, no se unen a las cosas como son realmente, sino a las imágenes, nociones, y aspectos que tiene de ellas; el ser humano elabora etiquetas que registran la suma total de sus propias experiencias, con base en algunas pocas cualidades de color, tamaño y textura que su mente ha sido capaz de clasificar, para luego construir una realidad limpia, plana, permanente, y con bordes muy definidos. Su interacción con las cosas es tan mecánica, rutinaria y lánguida que la comprensión de su realidad no puede ser más que una completamente mecánica, rutinaria y lánguida.

La forma como las abejas ven las flores amarillas, como siente un pez el mar, como ve una abeja una flor, como advierte una hormiga el paisaje al que pertenece, todas estas experiencias, le son negadas al ser humano; y sin embargo, reclaman su existencia tanto como las interpretaciones subjetivas y parciales que el hombre hace de ellas.

Algunos afortunados accidentes le han concedido al hombre la oportunidad de encontrarse con un mundo más vital, esos accidentes han sido detonados por arrebatos de imaginación que lo han enfrentado con la simplicidad desnuda de su espíritu, en esos momentos de imaginación, la conciencia humana asciende del pensamiento a la contemplación, percibe por un instante, como lo hizo San Agustín La luz que nunca cambia, por encima del ojo del alma, por encima del intelecto. Es un estado de emoción pura.

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Referencias:

Underhill, E. (1915). PRACTICAL MYSTICISM. Nueva York: E.P. Dutton & Company

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